"Un libro debe ser el hacha que rompa el océano congelado dentro nuestro" (Franz Kafka)
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sábado, 12 de marzo de 2011
Primer programa de 2011
Con Sofía y Luciana, nuestras nuevas colaboradoras, charlamos sobre los viajes y divagamos un poco durante la primera emisión de esta nueva temporada.
jueves, 10 de marzo de 2011
Vuelve La Alcoba
En este primer programa de 2011 hablaremos sobre los viajes y la literatura. O quizá solo sobre los viajes. O quizá apelemos al lugar común – pero no por eso erróneo – de comparar a la literatura con un viaje.
Ricardo Piglia dejó escrito que lo que se narra en una obra de ficción es siempre, de algún modo, un viaje o un crimen. Los primeros libros de occidente cuentan, en efecto, un viaje en “La Odisea” y un crimen en “La Ilíada” (la guerra no es más que un conjunto organizado de crímenes). Virgilio sigue la tradición, quitando a su héroe Eneas de la comodidad de su territorio para darle una fundación épica a Roma. Después, y ya como personaje, el bardo de Roma será quien conduzca a Dante en su andar por los círculos infernales de “La Divina Comedia”.
En Argentina, “El matadero” de Echeverría es el relato de un acto de violencia tanto como de la inmersión de un intelectual en un infierno poblado por reses sangrantes y risas estrepitosas. Para los unitarios este ámbito de suciedad y muerte es el ecosistema donde habita ese "otro" denostado, el bárbaro federal. En “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad, el cauce del río Congo representa para los mandaderos del imperio el índice terrible que remite a la animalidad africana pero también al desaparecido general Kurtz, antiguo colega devenido en una especie de deidad cimarrona. Kurtz ha abandonado el ropaje de la civilización; es el símbolo de la bestia que acecha en todo ser humano, viva en el continente que viva. Francis Ford Coppola tomó este genial relato de Conrad para la filmar su genial “Apocalipsis now”.
Hay otros viajes más amables, pero que no por eso dejan de suponer una suerte de revelación trascendental, que en este caso se persigue de modo deliberado. La llamada “Generación Beat” elevó a mito la condición del autoestopista, que busca su destino en el azar de los vehículos que pasan por la ruta. “En el camino”, de Jack Kerouac, es sin duda la Biblia beatnick, y nos ofrece la versión más cándida y alegre de este inquieto grupo de jóvenes. En “El almuerzo desnudo”, de William Burroughs, lo que se nos narra – por decirlo así – es el viaje que proporcionan las drogas duras, un divagar sin rumbo ni motivo, y con él volvemos a un lugar oscuro; en este caso, la cara más sórdida de la famosa “expansión de la conciencia”.
Los viajes marítimos pueden considerarse un género o subgénero aparte. Ya mencionamos a Conrad; otro gran exponente sin duda es Herman Mellville, autor de “Moby Dick”. Aquí es el capitán Ahab quien, enceguecido por su deseo de venganza contra La Gran Ballena, comienza a consumirse y a consumir todo a su paso mientras su monomanía se confunde con la locura. Es como si el propio Kurtz se dirigiera en barco hacia su perdición final, abandonando el timón de sí mismo.
Hemingway retoma parte de esta tradición con “El viejo y el mar”, texto de un tono más sosegado y "existencialista". Asimismo, en “Adiós a las armas” explora la absurdidad de la guerra. ¿Qué motivo más estúpido para viajar que el de dar muerte a gente que ni conocemos y por causas poco claras?
Lo mismo parece pensar Louis Ferdinand Céline. En “Viaje al fin de la noche”, refiriéndose al desconcertante momento en el que un exiliado abandona las costumbres de su antiguo país sin terminar de adoptar las del nuevo, sentencia: “El viaje es la búsqueda de esa nulidad, de ese modesto vértigo para imbéciles.
Antes de terminar, debemos al menos hacer mención a las aventuras de Stevenson y Salgari, a los lejanos esplendores de “Las Mil y Una Noches”, a los amistosos peregrinajes de los personajes de Kipling y de Mark Twain y – cómo no – al dialogado vagar del Quijote y su fiel escudero Sancho, la pareja de amigos que Cervantes soñó para alegría de todos nosotros.
Ante tantos nombres y obras justamente célebres, poco ambiciosa será nuestra propuesta de este jueves. Tan solo desplegar el mapa, sugerir itinerarios, planificar vacaciones que jamás son las nuestras ni salen como las planeamos. A las once de la noche volvemos con el programa. Es decir, regresamos al viaje.
Saludos del equipo de La Alcoba de los Reos.
Ricardo Piglia dejó escrito que lo que se narra en una obra de ficción es siempre, de algún modo, un viaje o un crimen. Los primeros libros de occidente cuentan, en efecto, un viaje en “La Odisea” y un crimen en “La Ilíada” (la guerra no es más que un conjunto organizado de crímenes). Virgilio sigue la tradición, quitando a su héroe Eneas de la comodidad de su territorio para darle una fundación épica a Roma. Después, y ya como personaje, el bardo de Roma será quien conduzca a Dante en su andar por los círculos infernales de “La Divina Comedia”.
En Argentina, “El matadero” de Echeverría es el relato de un acto de violencia tanto como de la inmersión de un intelectual en un infierno poblado por reses sangrantes y risas estrepitosas. Para los unitarios este ámbito de suciedad y muerte es el ecosistema donde habita ese "otro" denostado, el bárbaro federal. En “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad, el cauce del río Congo representa para los mandaderos del imperio el índice terrible que remite a la animalidad africana pero también al desaparecido general Kurtz, antiguo colega devenido en una especie de deidad cimarrona. Kurtz ha abandonado el ropaje de la civilización; es el símbolo de la bestia que acecha en todo ser humano, viva en el continente que viva. Francis Ford Coppola tomó este genial relato de Conrad para la filmar su genial “Apocalipsis now”.
Hay otros viajes más amables, pero que no por eso dejan de suponer una suerte de revelación trascendental, que en este caso se persigue de modo deliberado. La llamada “Generación Beat” elevó a mito la condición del autoestopista, que busca su destino en el azar de los vehículos que pasan por la ruta. “En el camino”, de Jack Kerouac, es sin duda la Biblia beatnick, y nos ofrece la versión más cándida y alegre de este inquieto grupo de jóvenes. En “El almuerzo desnudo”, de William Burroughs, lo que se nos narra – por decirlo así – es el viaje que proporcionan las drogas duras, un divagar sin rumbo ni motivo, y con él volvemos a un lugar oscuro; en este caso, la cara más sórdida de la famosa “expansión de la conciencia”.
Los viajes marítimos pueden considerarse un género o subgénero aparte. Ya mencionamos a Conrad; otro gran exponente sin duda es Herman Mellville, autor de “Moby Dick”. Aquí es el capitán Ahab quien, enceguecido por su deseo de venganza contra La Gran Ballena, comienza a consumirse y a consumir todo a su paso mientras su monomanía se confunde con la locura. Es como si el propio Kurtz se dirigiera en barco hacia su perdición final, abandonando el timón de sí mismo.
Hemingway retoma parte de esta tradición con “El viejo y el mar”, texto de un tono más sosegado y "existencialista". Asimismo, en “Adiós a las armas” explora la absurdidad de la guerra. ¿Qué motivo más estúpido para viajar que el de dar muerte a gente que ni conocemos y por causas poco claras?
Lo mismo parece pensar Louis Ferdinand Céline. En “Viaje al fin de la noche”, refiriéndose al desconcertante momento en el que un exiliado abandona las costumbres de su antiguo país sin terminar de adoptar las del nuevo, sentencia: “El viaje es la búsqueda de esa nulidad, de ese modesto vértigo para imbéciles.
Antes de terminar, debemos al menos hacer mención a las aventuras de Stevenson y Salgari, a los lejanos esplendores de “Las Mil y Una Noches”, a los amistosos peregrinajes de los personajes de Kipling y de Mark Twain y – cómo no – al dialogado vagar del Quijote y su fiel escudero Sancho, la pareja de amigos que Cervantes soñó para alegría de todos nosotros.
Ante tantos nombres y obras justamente célebres, poco ambiciosa será nuestra propuesta de este jueves. Tan solo desplegar el mapa, sugerir itinerarios, planificar vacaciones que jamás son las nuestras ni salen como las planeamos. A las once de la noche volvemos con el programa. Es decir, regresamos al viaje.
Saludos del equipo de La Alcoba de los Reos.
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